Bajito (unos 1,65/1,70), velludo, musculoso de esos de trabajo físico, no de hacer gimnasia o deporte.
Sevillano residente en Cataluña desde los años 1960. Cejas pobladas, ojos marrón oscuro, un cierto aire entre Joan Manuel Serrat y Alfredo Landa, vello abundante en pecho, espalda, sobacos, hombros, abdomen, antebrazos, piernas (que además eran fuertes y de gemelos musculosos y muslos fuertes y aún duros pero ya con algún pellejo medio caído)... Pubis no muy velludo. Polla gorda y por entonces, dura como la piedra, con capullo picudo, y huevos tirando a gordos y velludos. Algo de barriguita. Ombligo salido (tal vez su único defecto, sin ser un tipo guapo, guapo, pero sí un macho de esos que ya no veo por la calle). Pezones grandes, salidos y picudos. Le encantaba que se los mordiera fuerte (sí, con los dientes), y se le hinchaban y se ponían enormes y durísimos, casi diría que se le inflamaban, me daba miedo cortarle, pero él insistía en que siguiera y siguiera. Nunca he visto otros pezones igual. Me los llevaría al más allá. Y cuando se los mordía no gritaba de dolor, sino de placer. Culo duro, muy duro, y picudo también, raja del culo con pepita, parecía un chochito, no era de esos culos que son un simple agujero y ya está. Me encantaba comérmelo y jugar con la pepita de su culo con la lengua. Me bebí su leche, la tira de veces. Y además de ser blanca y espesa, casi cremosa, su leche estaba deliciosa y tenía ese resabor ligeramente ácido del hombre mayor al que la próstata le funciona pero poco a poco ya empieza a no ser lo mismo. Esa leche debería venderse en los supermercados, joder. En tetrabricks con la foto de su cara por un lado, y de su cuerpo entero, su polla y su ojete en los otros tres lados.
Él bebió mi leche las mismas veces que yo la suya. Me buscaba cuando venía a la sala X. Y dios, cómo besaba, cómo cabalgaba mi rabo, y cómo me agujereaba él mi ojete, dolía pero gozaba como una perra. Puro fuego. No es mi hombre favorito, pero probablemente sí haya sido mi mejor amante. Desde luego, el hombre maduro que más me ha excitado... con una sola excepción, que no contaré en este mensaje.
Pero... un buen día, la sala X cerró.
Y nunca más supe de él.
Pasaron los años.
Y los tíos.
Hasta que... un buen día, mi macho sevillano entró a mi lugar de trabajo, y no sólo lo hizo como si tal cosa. ¡Iba con un niño! Para más inri, no caí que era él, no lo reconocí, sólo me fijé en que el señor estaba de bastante buen ver. Me saludó, y me preguntó por la chica de la limpieza (con la que para más señas me llevo fantástico), y la avisé, y ella bajó.
Charlaron, y luego se fueron a enseñarle al niño cómo era el sitio donde trabajaba mamá. Pues sí: me estuve follando sin saberlo y durante años al padre de la chica de la limpieza de mi lugar de trabajo, con la que me sigo llevando de coña, por cierto. Cuando se fueron, aún no había caído que era él, pero al irse, el muy mamón me guiñó el ojo, se relamió con su lengua tan rosadita, y me lanzó un beso con sus labios, y me dijo "hasta otra". El niño ni se percató.
Yo me quedé a cuadros. ¿Pero qué coño hace este abuelete? ¿No se habrá confundido?
Ya se había ido hacía cinco minutos, cuando CAÍ EN LA CUENTA.










DIOOOOOOOOOSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS.
Desgracias de la vida: le hubiera exigido su teléfono bajo amenaza de contarlo todo.
Pero ya se había ido.
Pasó el tiempo. Tranquilamente diez años.
Un día, volvía a casa en el último tren del día. Iba en el último vagón, que suele ir vacío, y paramos en una estación, y va él y se sube. No me fijé en que era él... hasta que lo miré, y vi que me miraba, me guiñaba el ojo y me lanzaba otro beso con los labios... Tenía más canas ahora. Inmediatamente le hice venir a mi asiento, le abrí la camisa, le besé mentras apretaba sus pezones con todas mis fuerzas, y él jadeaba, y nos metíamos las lenguas tan lejos boca adentro como podíamos llegar. Le mordí los pezones como solía, y se le pusieron como piedras. Estábamos muy cachondos, y nos sacamos las pollas. Él se corrió rápido, y poco (ya no la tenía tan dura como antes, pero seguía teniendo el capullo picudo). Le agarré la cabeza y le metí la polla hasta la garganta tan hondo que hasta le vino una arcada de ahogo, y le aguanté la polla en su garganta hasta que empezó a pellizcarme porque ya le faltaba el aire."¡¡UFFF!!", dijo. Nos miramos, sonreímos, y nos dimos un pico. Se acercaba su parada, así que lo levanté, nos fuimos a la puerta trasera, y le bajé los pantalones en los escalones de la puerta, y le metí la polla a pelo. Creo que es la follada más bestia que he pegado nunca. Y nunca he encontrado mejor imagen para el verbo "preñar" en su acepción homo. En un minuto, se subió los eslips, cubriendo su culito picudo y peludo que chorreaba leche, se subió los pantalones, se abrochó la camisa y la chaqueta, me dió un beso largo, húmedo y con lengua, y el tren se paró. Él apretó el botón, la puerta se abrió, él bajó, y me mandó un beso con los labios. Y me guiñó el ojo.
Pasó otro tiempo más, algún año.
Y otro día volvía yo a casa en el último tren del día. Y mi macho sevillano, ya con más canas y algo menos de velocidad, volvió a subirse al último vagón tren, que iba vacío también. Otra vez, no me fijé en él de buenas a primeras, pero... esta vez tardé menos tiempo en reparar en su presencia. Me volvió a guiñar el ojo. Le dije que viniera con el dedo índice y una sonrisa maliciosa, y al instante nos estábamos besando como si hiciera años que no nos veíamos, y sobándonos y acariciándonos como desesperados (aunque claro, era verdad, hacía algún año ya de nuestro anterior encuentro en el tren).
Le abrí la camisa y le chupé un pezón con cariño, esta vez sin morder, cuando... oímos una puerta JUSTO AL LADO NUESTRO, y en un instante nos separamos para que todo pareciera normal. El revisor abrió la puerta, nos saludó, y nos pidió el billete a los dos. Se los entregamos normalmente, los marcó, y nos los devolvió deseándonos unas buenas noches con una media sonrisa rutinaria. No lo sabías tú bien si eran buenas noches, revisorcete uniformado. Casi nos pillas. Unos segundos, y habrías visto a un señor de 70 años besando apasionadamente a un tío de treinta y pico y metiéndose mano por todas partes.
El revisor se fue al siguiente vagón. Aún se le veía, y mi amigo se había sacado su polla picuda y me agarró la cabeza para que se la chupara, cosa que evidentemente, hice. Se corrió rápidísimo y poquillo. Levanté la cabeza, y aún se veía al revisor en el fondo del siguiente vagón, que iba más lleno. Ni corto ni perezoso, volví a abrir la camisa de mi amigo el abuelo, y le chupé los pezones otra vez, y sí, esta vez se los volví a morder, pero no a lo bestia como antes, sino con el cariño de alguien muerto de morbo pero también de alegría por el reencuentro. Al primer gemido de placer, le agarré la cabeza canosa, con entradas, y la bajé, le abrí la boca, y le metí mi polla gorda entre labio y labio. Una paja en su boca, pero no llegué a correrme, y la megafonía anunció su parada. Salimos a la puerta, y le di un beso de tornillo, la puerta se abrió, y él se bajó, me lanzó un beso con los labios, y me guiñó el ojo.
Desde entonces no lo he vuelto a ver.
Su hija, un día que estábamos charlando en el trabajo me comentó que ya estaba un poco chocho y que tenía una novia ecuatoriana y más joven.
No parecía hacerle gracia la idea. "No se pueden hacer mayores", me soltó.
Jejeee...

Espero que esté tan bien como pueda estar.
Mejor que esté con una chica: al ser padre de una compañera de trabajo, la situación hubiera podido ser incómoda.
Ya es mayor, y supongo que tiene miedo de estar solo.
Pero si me lo hubiera pedido, y no hubiera sido el padre de quien es, me habría casado con él sin dudarlo.
Increíble, ¿verdad? ¿A que no cuela?
Casi más vale que no os lo creáis...
...porque si os dijera que sí pasó, y que podría haber puesto nombres, apellidos, direcciones y demás, tampoco me creeríais.